El primer período de la vida de toda persona es un lugar en donde abundan represtanciones sexistas y heterosexistas que van constituyendo las normas de género y la construcción de la sexualidad ideal dentro de un marco de actuación. El género dentro este marco se repite de manera reiterada y obligatoria y es lo que hacemos como parte de la práctica social para estar en coherencia con las normas sociales que se imponen sobre nuestros cuerpos, la construcción del mismo se apoya en la supuesta naturalidad binaria de los sexos, sobre esto se elabora un conjunto de aspectos, roles, oportunidades y expectativas que socialmente se nos asigna de acuerdo a nuestras características biológicas. La lógica dicotómica del género limita las posibilidades de ser, hacer y sentir. Dentro de ella lo que aprendemos sobre feminidad y masculinidad se adquiere a través de la de socialización donde se generan procesos de identificación. Un principal fundamento de la socialización en mi infancia fue rechazar en mi persona todo aspecto que denote feminidad porque ponía en duda el constructo sociocultural de la masculinidad hegemónica, en la que opera la presunción de que el deseo sexual es o debería ser heterosexual